domingo, 29 de enero de 2012

Fin, de David Monteagudo

En mi opinión, este libro es uno de los grandes timos que se pueden encontrar en las librerías. Cuando salió, todo el mundo lo puso por las nubes. Escritores respetados hacían reseñas muy favorables, y tú tendías a creertelo. Escrito por un obrero de fábrica (detalle exótico), historia misteriosa (un reencuentro después de nosecuántos años de un grupo de amigos en un caserón en el campo), tenía una pinta interesante.
Y tú te pones a leerlo y así es. Y sigues leyendo, y te intriga... continúas y, aunque te sigue gustando, a medida que avanzas empiezas a tener una sospecha. Cuanto más te acercas al final, más certeza tienes, hasta que llegas a un punto en el que ya no tienes escapatoria. Todavía no te has acabado el libro pero ya sabes que será un fraude monumental.
¿Y qué es lo que pasa? Pues simplemente que el maldito libro no tiene resolución. Te plantean un misterio de la hostia (la gente va desapareciendo una a una, todo se encuentra despoblado...) y luego, al final del libro, no te dicen absolutamente nada. Todo se queda en un libro en el que van esfumándose personas una a una hasta que te dicen "miró a la cuidad y se asombró de lo que vió". Pues muy bien. Felicidades chaval. Plantear misterios irresolubles es muy fácil, lo jodido es saber resolverlos. Quizá es que estoy mal acostumbrado a novelistas que se esfuerzan por sorprenderme con historias de misterio, que se toman la molestia de resolver sus situaciones irresolubles y que no dicen a media novela "ah... esto... pues mira, no sé cómo resolverlo así que así se va a quedar ¡misterio!". No sé si fue esto lo que le pasó o si penso en hacer una novela decepcionante desde el principio, pero sea como sea, a mí me parece un timo. Será que soy un anticuado y quiero historias que se resuelvan, que lleguen a algún lado aunque no me guste, que se cierren. Será algo muy moderno eso de dejarte con la sensación de que te han escamoteado el final del libro, "jugar con las expectativas del lector". Pues vale. Pero si vas a jugar con mis expectativas, por lo menos que no sea para defraudarlas, sino para algo más interesante.
Nada me haría volver a comprar un libro de este señor.

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