Admirad la portada. Mola, ¿verdad? Un jinete loco cabalgando sobre una ciudad en ruinas. Unámos eso al atractivo título y a una temática místico-pop (por decir una gilipollez cualquiera) y nada debería salir mal. La primera frase de la contraportada nos dice esto: La leyenda cuenta que «Nada es verdad, todo está permitido» fueron las últimas palabras que pronunció antes morir Hassan-i Sabbah, mítico líder de la antigua y oscura secta de Los Asesinos. Teniendo en cuenta que luego el libro se supone que va de un encuentro entre Curt Cobain y William Burroughs, el misterio debería estar servido. Pues no. La cosa es un auténtico coñazo que, francamente, abandoné más o menos a la mitad, que ya no está uno para estos trotes. 20,90 € muy dolorosos.
¿Qué es lo que ocurre? Yo os lo digo, no temáis. La contraportada nos promete cosas que luego jamás se cumplen: se mencionan legendarios ladrones, forajidos y falsos predicadores, y uno espera historias a la altura de tan ilustres personajes, pero lo que se encuentra son anécdotas de una sosez que deja tiritando. ¿Y el famoso encuentro entre Cobain y Burroughs? Pues más de lo mismo. El autor se limita a describirnos las cuatro fotografías que hay de ellos dos juntos, sin aportar nada de interés y dejándote con la sensación de haber escuchado a un guía de museo describiéndote un cuadro. Y la cosa se extiende sus casi 400 páginas, y quizá al final explique el autor qué demonios pinta el lider de la secta de Los Asesinos ahí (más allá de la anécdota que cuenta sobre Burroughs, que no es especialmente interesante ni importante dentro del libro), pero yo ya nunca lo sabré.
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