jueves, 2 de julio de 2015

El imperio de Yegorov



Con este título, esta portada y una contracubierta que te lo vende como “novela de aventuras, thriller político, sátira social y relato de ciencia ficción”, a ver quién es el guapo al que no le pica la curiosidad. No seré yo.

Lo cierto es que la novela tiene todas esas cosas pero… bueno, yo me la leí en una tarde. Vamos, que tiene de todo lo dicho, pero poquito porque no da tiempo a más. Diría que es una pena, pero lo cierto es que alargarla más habría sido algo forzado, y el libro funciona muy bien así como está.
La cosa va de una estudiante japonesa de antropología que se contagia de una enfermedad extraña en Papúa-Nueva Guinea, luego conoce a un doctor, ambos desaparecen, el marido la busca… y la cosa sigue hasta 75 años después en una especie de futuro distópico que se esboza en las últimas páginas. Muy interesante.
El libro está engarzado a base de cartas, emails, informes y cosas así, lo que hace que se lea todavía más rápido y contribuye a su adictibilidad (una palabra que el Word me dice que no existe pero debería). Vas pasando páginas porque te dices “venga, me leo un email más que total son dos páginas” y así hasta que se acaba. Porque hay que acabarlo, ya que hasta el último punto es parte de la historia (el índice onomástico y los agradecimientos incluidos), que es un truco que nuevo nuevo, pues no es, pero que aquí funciona bien.
En fin, la sensación es un poco como los platos de nueva cocina: has comido algo muy rico, sí, pero te quedas con hambre… el libro da todo lo que promete, es interesante y misterioso aunque se queda algo escaso. Pero bueno, la historia queda cerrada y bien puesta, no es como el infame Fin de David Monteagudo que te deja a medias porque no sabe cómo terminar el libro.
Bastante recomendable, en definitiva.